Francisco recorrió durante más de un año Europa, y ahora se suma como columnista de DLN para contar sus increíbles experiencias de viaje por el viejo continente; Se trata de una importante e interesante experiencia que ponemos a consideración de nuestros lectores. En esta oportunidad su paso por Islandia
¿Quién alguna vez no fantaseó con renunciar, dejar todo e irse de viaje? No recuerdo el momento exacto en el cual tomé la decisión de hacerlo, pero evidentemente, luego de mis dos primeras vacaciones dentro del sistema laboral de nuestro país, dejaron en mí un sabor a poco. ¿Por qué 14 días? ¿Cómo voy a lograr conocer este inmenso mundo con un lapso anual tan corto?... Podría esperar a tener más días y con el devenir de los años visitar todas las maravillas que nos rodean, por supuesto que sí, pero, ¿por qué razón tentar al futuro si estaba en mis manos poder cumplir ese sueño? Más adelante uno nunca sabe cuáles van a ser sus responsabilidades y cuál va a ser su condición para afrontar un viaje de tal magnitud.
Como muchos de ustedes saben, una de las tantas características de la llamada “Generación Millennials” es que no se pone la camiseta de ninguna empresa. Esa idea de trabajar en un mismo lugar toda nuestra vida, no es para nosotros. Buscamos un balance mayor entre trabajo y disfrutar de la vida. A pesar de tener un trabajo “ideal” en muchos aspectos, en el cual uno ingresa a los veinte y luego se termina jubilando allí; desoyendo los miedos ajenos que pretendían que los haga propios, tomé la decisión y renuncié. Con carrera universitaria terminada y con ahorros personales, fruto del trabajo de 8 años, comenzó la aventura que culminó con 36 países recorridos, 134 ciudades, 3.700 km caminados aproximadamente, 97 hostels, otras tantas noches durmiendo en carpa, en algún aeropuerto, estación de tren/ómnibus y hasta una noche en un banco de plaza en Finlandia.
En esta ocasión me gustaría contarles mi fantástica experiencia en: ¡Islandia! Tierra de vikingos, tierra lejana incluso para los destinos tradicionales europeos a los que estamos acostumbrados. La visité en el mes de marzo de 2018 y si bien era invierno aún, contrario a lo que uno podría pensar de un país a esas altas latitudes, las costas de Islandia son bañadas por la Corriente del Golfo, por lo cual las temperaturas no son extremadamente frías como uno podría esperar. No obstante ello, hay que ir bien preparado ya que la sensación térmica ronda los -5 °C y 0 º C.
Es un país extremadamente caro, estando muy por encima de la media europea, y compitiendo por el podio con sus vecinos escandinavos Noruega, Suecia y Dinamarca; por lo cual conviene organizarlo con tiempo. A modo de ejemplo, el plato más barato en cualquier restaurant suele ser una sopa, costando alrededor de 1300 coronas (10€ aproximadamente), y cualquier pizza o hamburguesa no menos que 2.000 coronas (15€), por eso cocinar es la mejor opción. No poseen trenes, y tampoco es buena idea optar por recorrerla en ómnibus, ya que es caro y las frecuencias son muy bajas. Por lo tanto, una de las mejores maneras de recorrer el país es rentando un auto en el mismo aeropuerto o en su capital Reikiavik, lo que termina resultando más barato y te brinda la libertad de poder recorrer la mayoría de sus atractivos turísticos por tu cuenta, dado que son de fácil acceso por la Ruta Nº 1 que bordea todo el país.
En mi caso… mejor dicho en nuestro caso, ya que la travesía fue realizada en forma conjunta con un amigo (Ezequiel), ante semejantes precios y el presupuesto mochilero, optamos por viajar a dedo. Sí, a dedo. Luego de colaborar para la nafta con dos chicos noruegos que se hospedaban en el mismo hostel que nosotros, les solicitamos que nos alcancen hasta la ciudad de Selfoss (a 60km de Reikiavik), allí nos colocamos al costado de la ruta con remera de la selección argentina en mano, del lado reverso por supuesto, donde el número 10 era bien visible y el apellido “Messi” también, conocido en todo el mundo.”. No pasaron más de 10 minutos para que una pareja rusa oriunda de San Petersburgo frenara. Misma pareja que nos cruzaríamos 2 meses más tarde en Turquía, y que por razones del destino no pudimos coordinar para verlos en su ciudad natal durante el Mundial de fútbol. Si bien él no hablaba inglés, ella sí, lo suficiente para poder entendernos. No conocían mucho de nuestro país, pero sí habían visto una película que les había encantado: “Relatos Salvajes”.
Ese día nuestra intención era visitar el denominado “Círculo Dorado”, circuito que con alguna u otra variante comprende principalmente el Parque Nacional Thingvellir, donde se encuentra la falla tectónica entre las placas norteamericana y euroasiática, la cual se puede observar que se agranda año a año; la Cascada Gullfoss; el cráter del volcán Kerid, el cual posee un lago congelado en su interior, testigo de varias carreras de “patinaje” o más bien de deslizamiento entre el ruso y quien les escribe; y por lo último el Valle de Haukadalur, zona de gran actividad geotermal y donde se encuentran los famosos Géiseres Geysir, quien le ha dado el nombre común de géiser a este tipo de fuentes termales, y el Strokkur. Este último es impactante, erupcionando cada 7 minutos aproximadamente, con una altura promedio de 15 a 20 metros.
Si bien pensábamos que la pareja rusa nos acerque sólo al primer atractivo turístico para luego hacer dedo nuevamente y así en lo sucesivo, nació de ellos la propuesta de pasar todo el día juntos, realizando el circuito en su totalidad. No sólo eso, sino que finalmente recorrieron 30km de más para dejarnos en la puerta de nuestro hostel en Selfoss. Gente así de buena nos cruzamos permanentemente en todo el camino.
Islandia nos despidió con la amabilidad de más de 20 autos que nos levantaron en el camino y nos llevaron durante 9 días, con un tiempo de espera aproximado de 7/8 minutos y más de 1.500 km recorridos en total. Mayormente fueron turistas, ya que como les comenté que es la mejor forma de conocer el país, pero también hubo gente local, desde granjeros y empresarios hasta curas católicos que con esas contexturas y barbas vikingas parecían estar a punto de saquear alguna ciudad, y que vaya casualidad, uno de ellos daba misa en español a la pequeña comunidad de centroamericanos que viven en la ciudad de Reikiavik. Fue a uno de esos granjeros le pregunté cuántos goles les iba a hacer Messi en el mundial, me respondió con seguridad que ninguno… ¡vaya si tuvo razón!
Dado su gran actividad geotérmica, abundan en la isla, las aguas termales, siendo la más famosa el complejo “Laguna Azul” (Blue Lagoon) a 50 km de la capital. Hay que tener en cuenta la alta demanda que poseen, y consecuentemente su precio, ronda los 80€ el servicio básico. Nuevamente, ante la imposibilidad de destinar nuestro presupuesto mochilero a dicho lugar, nos embarcamos en la tarea de encontrar una de las tantas aguas termales gratuitas presentes a lo largo y ancho del país. Por eso es así, que llegamos a la localidad de Hveragerði, situado también a 50 km de la capital, sólo que en este caso no es un complejo construido por el hombre, sino que debimos adentrarnos unos 3 km caminando por la montaña y maravillarnos así con el manantial natural de agua caliente. El recorrido no es para nada exigente, simplemente hay que tener cuidado en ciertos tramos con mucho hielo durante esa época. No es un establecimiento, no hay comodidad alguna, simplemente unos cubículos de madera para cambiarse, sacarse las ropas, guardarlas en la mochila e ingresar a las aguas. Ese toque de rusticidad le da otro color. Les confieso que es una experiencia fantástica, siendo que afuera promediaba los -5ºC, con nieve y hielo en el medio de las montañas como paisaje, y dentro del agua la temperatura era de alrededor de unos 40ºC.
Pero ustedes se estarán preguntando: ¿Por qué visitar el país en otoño o en invierno? Porque es la época de auroras boreales... Islandia es el destino indicado para observar estos fenómenos, no sólo por su ubicación estratégica, sino que también durante el día te ofrece innumerable cantidad de actividades para hacer, cuestión que en otros lugares no es posible. ¿Es tan sencillo observarlas? No, por supuesto que no, la cuota de azar es muy grande ya que primeramente es un fenómeno natural y su intensidad va variando día tras día, y además depende de otros factores para poder visualizarlas. Por ejemplo: ir en época de luna nueva, principalmente el horario de mayor intensidad que suele ser entre las 9pm y las 11pm, cuanto menos contaminación lumínica mejor; intentar alojarse en cabañas o establecimientos lejos de las ciudades, el alumbrado público no ayuda; alquilar un auto es una buena opción ya que se puede salir a “cazar” auroras, desplazándote donde la intensidad sea mayor y donde las nubes no te impidan verlas. Existen numerosas páginas webs y aplicaciones para ir controlando la intensidad del fenómeno y de la nubosidad en todo el país. Si te estás por ir de la isla y aún no las viste, otra muy buena opción es contratar un tour, ya que son gente experimentada en encontrar los mejores lugares para verlas. Si la nubosidad impide hacerlo, te devuelven el dinero o se repite el tour al día siguiente.
Les aclaro que es una de las sensaciones más lindas que viví en todo el viaje, es fantástico verlas, es como si fueran finas telas de color verde que danzan en cielo. Debo confesar que más allá de haber permanecido en la isla 8 noches, no logré verlas con la intensidad que pretendía. Nuevamente ese sabor a poco fue el nacimiento para mi visita al extremo norte de Noruega, donde allí sí…. ¡el cielo se llenó de colores!
Islandia es fantástica por donde se la mire, auroras, cascadas por doquier, aguas termales que invaden su geografía, glaciares, volcanes, y playas de arena negra volcánica, dan la sensación de estar caminando por otro planeta. El país de los 350.000 habitantes, con una superficie que entraría 3 veces en la Provincia de Buenos Aires, el país donde no existen los mosquitos ni las hormigas…es el país que me enamoró con su naturaleza y al cual ciertamente volvería una vez más….
Por Francisco Moretti