Francisco recorrió durante más de un año Europa, y ahora se suma como columnista de DLN para contar sus increíbles experiencias de viaje por el viejo continente; Se trata de una importante e interesante experiencia que ponemos a consideración de nuestros lectores. En esta oportunidad su paso por Finlandia
Por H. Francisco Moretti
Ig:_franmoretti
Ingresé a la capital de Finlandia, Helsinki, por vía terrestre desde San Petersburgo (Rusia), luego del Mundial de Fútbol del 2018. Por sólo 20 euros y en menos de 7 horas ya estaba allí, donde me reencontré con mi amigo (Ezequiel) quien se había adelantado unos días a mi llegada.
Helsinki es una ciudad muy prolija, donde todo funciona exactamente como debe funcionar, fiel reflejo del orden y de los continuos avances en los estándares de calidad de vida de los países nórdicos. Ofrece muchas actividades para el visitante, como por ejemplo: la bella Plaza del Senado, donde se destaca la imponente Catedral Luterana, siendo uno de los símbolos de la ciudad; la Catedral Ortodoxa Uspenski; el Parque Sibelius, un hermoso espacio verde coronado por el monumento al famoso compositor que le da nombre al parque. Éste está compuesto por más de 600 tubos de acero, con un peso superior a las 24 toneladas. Tampoco se puede dejar de visitar la Plaza del Mercado, desde donde parten los ferrys hacia Suomenlinna, una maravillosa fortaleza de mediados del siglo XVIII que fue construida sobre 6 islas, habiendo sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Una de las cosas que más me impactaron de caminar las calles de Helsinki, fue haber visto que en los areneros de las plazas los juguetes quedaban allí de un día para el otro. Es tanta la confianza y seguridad entre los vecinos, que los niños dejan sus preciados objetos descansar toda la noche a la intemperie, sabiendo que al otro día cuando vuelvan, van a estar allí para ellos. Nadie toma lo que no le pertenece, extraño para dos argentinos, pero ¡no para ellos!.
Al abandonar la capital, nos dirigimos 800 km al norte hacia la ciudad de Rovaniemi, la más importante de la zona norte del país, la denominada región de Laponia. Con seguridad alguno de ustedes escuchó algunos de estos nombres, ya que a sólo 8 km del centro de Rovaniemi se encuentra “Santa Claus Village”, considerada como la residencia oficial de Papá Noel. Entre otras tantas actividades que se pueden realizar, la más famosa consiste en saludar a Papá Noel, intercambiar algunas palabras, hecho hasta aquí gratuito. Alguno de sus ayudantes procede a tomarte una serie de fotos y luego, la consecuente despedida. A continuación, te ofrecen las fotos y un video a precios “exorbitantes”. El merchandising es abundante, pero a mi modo de ver lo más interesante del lugar es que por allí pasa la línea imaginaria denominada Círculo Polar Ártico, latitud a partir de la cual el sol puede permanecer continuamente por debajo o por encima del horizonte durante 24 horas al menos un día del año. Este fenómeno astronómico está claramente delimitado y marcado en el suelo, motivo para una bonita foto de recuerdo.
En relación con esto, nos ha tocado vivir uno de los acontecimientos más interesantes de todo el viaje, ya que visitamos la ciudad durante mediados/fines del mes de Julio, período donde nunca se hace de noche. Hemos estado jugando al fútbol con gente de la zona en el estadio municipal, sin luz artificial, a las 2 de la mañana, donde el cielo era de un color celeste furioso y ¡parecían las 2 de la tarde! Fue algo realmente increíble. Los días se alargan, no sabes cuándo irte a dormir, y si lo haces, más te vale tener un antifaz porque si no te va a costar muchísimo conciliar el sueño. Rovaniemi no sólo tiene actividades para realizar en verano, tengan en cuenta que es el mejor lugar de Finlandia para ver auroras boreales durante otoño/invierno.
Priorizando no gastar en alojamiento, aprovechando las temperaturas agradables de esa época, y dado que siempre llevamos con nosotros equipos de camping, salimos en búsqueda de nuevas experiencias en algunas ciudades y pueblos de menor tamaño. Cabe destacar que en Finlandia, como en tantos otros países nórdicos, existe el derecho de acampar en cualquier espacio público, mientras te encuentres a una distancia razonable de propiedades privadas, sin molestar a la gente ni a la fauna del lugar. Asimismo, no se deben dejar residuos en la zona y tener en cuenta que no en todos los lugares es posible realizar fuego, existiendo sitios específicos para ello y debiendo chequear la situación climática en una página web especialmente indicada por las autoridades.
Mientras acampamos en la ciudad de Tornio, ciudad limítrofe con Haparanta (Suecia), vivimos una de las situaciones más desagradables de todo el viaje. En esta ocasión acampamos en un parque–isla ya que el espacio verde estaba completamente rodeado por un río al cual mucha gente acudía a nadar. Colocamos la carpa en una esquina, lejos de la mayor afluencia de gente que transitaba al río por la pasarela, al otro extremo. Durante el transcurso del segundo día, nos cruzamos con una señora que nos consulta si nosotros nos estábamos quedando en la carpa, le decimos que sí, y le contamos sobre todo nuestro viaje, a lo cual la señora nos felicita y nos comenta que pensaba llamar a la policía para que acuda a verificar quienes se alojaban allí, pero ahora ya no lo iba a hacer. Paralelamente, durante nuestras largas caminatas para conocer las ciudades que nos recibían, habíamos visto del lado sueco (Haparanta), un barrio apartado que aparentaba ser de refugiados, hecho confirmado al charlar con una persona nativa del lugar. No sólo nos comentó eso, sino que pudimos apreciar en sus palabras un sentimiento xenófobo hacia ellos, culpándolos de todos y cada uno de los delitos que sucedían en el lugar. Al tercer día, luego de pasar toda la jornada afuera, volvimos y pudimos constatar que nos habían roto la carpa. No faltaba nada, sólo habían provocado destrozos. Habían roto uno de los parantes de la carpa, elemento primordial para que la misma se pueda mantener de pie, también una parte clave de la tela del sobretecho y ¡encima esa noche anunciaban lluvia! Además, rompieron bolsas con comida y cortaron sogas. Pero no robaron nada, lo cual claramente evidenció la única intención de amedrentar a dos personas que a su juicio interpretaron que eran refugiados. Con un poco de hilo, aguja, e invenciones del momento no tuvimos mayor inconveniente en pasar la noche, pero lo que no pasó rápidamente, fue nuestra indignación y bronca.
La xenofobia la vivimos en carne propia. Y pensar que mucha gente ha viajado miles y miles de kilómetros escapando de las guerras, del hambre, de la muerte, dejando su casa, separándose las familias, para finalmente arribar a un país donde seguramente tendrán que convivir con estas situaciones a diario. Podrán ser un país del nominado del “primer mundo”, pero muchos de los que lo habitan tienen una mente prehistórica. No es casualidad que los partidos políticos neonazis estén en auge en todos los países que reciben refugiados.
No obstante, la ciudad de Tornio también nos dejó buenas anécdotas, como cuando estábamos en la pasarela que daba al río, rodeados de locales, y de repente una de ellas nos pregunta en un perfecto tono castellano “¿de dónde son?”. Luego de una larga charla, resultó ser una finlandesa que a los 18 años fue en un intercambio de estudiantes al Tucumán a aprender castellano. No sólo había ido a dicha provincia, sino que la recibió una familia de la localidad de Concepción, justamente de donde proviene la familia de mi amigo. ¡Coincidencias de la vida! Al día siguiente, nos reunimos nuevamente con ella (Emma), vestida con camiseta de Boca Juniors y mate en mano.
No fue la única persona que conocimos que había estado en el país, ya que de vuelta en Helsinki, por casualidad entablamos conversación con un señor que resultó ser un diplomático sueco que con su buen castellano nos contó de su adolescencia vivida en Buenos Aires. Sus padres también diplomáticos habían sido destinados a nuestro país, época que recordaba con gran cariño. Además nos comentó que vivía en el mismo edificio de un tal Charly García, y que a veces los padres lo dejaban a él a su cuidado, ¿ustedes lo pueden creer?
Finlandia nos despidió luego de fantásticas experiencias y algunos sinsabores, pero que no opacaron para nada lo vivido. Luego de 2 semanas, ya nos encontrábamos rumbo a Estocolmo.