Carlos Correa tiene 51 años y vive con sus dos hijos en Rosario de la Frontera, provincia de Salta. Mientras vendía cartones de bingo en la esquina de 20 de febrero y Figueroa Alcorta estudió abogacía, y el esfuerzo tuvo sus frutos: Carlos se pudo recibir.
En el 2000 cursaba la carrera en Tucumán, pero tuvo que abandonar porque no conseguía trabajo y volvió a Salta para ayudar a su papá en el negocio. Después nacieron sus hijos y ese sueño se vio postergado. Sin embargo, sabía que en algún momento se iba a hacer realidad.
Hace unos años se divorció y sus dos hijos de 9 y 11 años viven con él. El negocio de su padre cerró y entonces salió a la calle a trabajar para poder llevar el pan a la mesa. “Nunca hay que bajar los brazos. Soy creyente y se que Dios me ayudó muchísimo. Por supuesto yo hice mi parte y me esforcé un montón y estoy muy orgulloso de eso. A mis hijos les enseño que para triunfar en la vida hay que trabajar y estudiar dijo Carlos a TN.
Durante los últimos años de carrera el despertador de Carlos sonaba a las 04.30. De esta manera podía estudiar mientras sus hijos dormían. Cuando, dos horas después, ellos se levantaban, los acompañaba a la escuela y él salía a trabajar.
La situación económica de Carlos no es buena y las necesidades son muchas. A su casa tiene que hacerle varios arreglos y le hace falta una heladera. Por el momento no sabe a qué rama del Derecho se va a dedicar y el sueño de poner su propio estudio jurídico está aún muy lejos. “El título ahora me va a servir para ponerlo en el Currículum y poder conseguir un trabajo en blanco. Por suerte a mis hijos no les falta nada”, concluyó.
