Por Maximiliano Tondato
El tránsito por la ruta provincial 215 –que en este sector es una autovía- circula constantemente frente al bar El Pato, un ícono en el acceso a la localidad de Gómez, que desde su frente ve pasar desde hace más de 100 años a quienes ingresan desde el partido de La Plata al de Brandsen.
Adentro está Carlos Ernesto Ponce, un parroquiano habitué del lugar, que, antes de seguir su camino, cruza unas pocas palabras con su dueña debido a la pandemia por coronavirus.
“¡Buen día Tita! Un kilo de pan por favor y lo que sobre de chicles de menta”, pidió un joven que en una mountain bike cruzó la carretera desde el barrio El Rodeo, un poco desabrigado para lo que deparaba el clima en una mañana gris de sábado.

Tita es nada más y nada menos que Elisa Luján Pascal, una amable mujer que con sus jóvenes 67 años sigue detrás del mostrador de este bar-almacén al que muchos daban por concluida su actividad con el ensanche de la ruta. Sin embargo, a fuerza de voluntad y presentaciones judiciales de por medio –y con la sanción de la ordenanza municipal que lo declara lugar histórico-, logró junto a su familia que el bar continuara en pie y que el avance recto del progreso tuviera que dar una pequeña curva para esquivarlo.
Con esa sonrisa y la simpleza que la caracteriza, Tita recibió a detrasdelanoticia.com.ar y contó detalles de la historia del lugar y cómo es la realidad en el contexto que toca vivir en este momento: “para mí es una alegría mantenerlo. Siempre trabajé en comercios y mientras pueda lo voy a seguir haciendo. Estamos acá desde 1985 cuando mi papá compró este lugar luego de vender un campo que tenía sobre la ruta 29. En realidad quería adquirir otro campo, pero el vendedor se arrepintió quince minutos antes de firmar. Entonces algo tenía que hacer y se decidió por el bar”.
Dos heladeras mostrador y una de cuatro puertas revestida de madera –que enfrían como las famosas Siam-, una típica máquina de cortar fiambres, un viejo ventilador de pie, y las sillas y mesas que luego se sacan afuera por la pandemia, reciben a los visitantes, quienes también se topan con esas amplias y altas estanterías que aún guardan objetos de cuando este lugar era un completo almacén de ramos generales.

Hay una controversia sobre su antigüedad. Con respecto a ello, unos hablan de 100 años, otros de 120, algunos más de 130, pero Tita ofreció una simple cuenta para que cada uno saque sus propias conclusiones: “hace 36 años que estamos acá, mi papá se lo compró a don Carlos Giovannone que lo tuvo por 43, y anteriormente lo manejaron sobrinos de éste por otros 33”.
Con el ensanche de la ruta 215, colocaron un alto guardarraíl frente al bar, lo que hizo que quedara prácticamente escondido. Eso hizo que descendiera la clientela, pero los más fieles le buscaron la vuelta y comenzaron a estacionar con cuidado para no dejar de ir.
Ella comentó que no estaba en contra del ensanche de la ruta y que su padre (el anterior propietario, quien murió años atrás) ya tenía los planos para un nuevo bar, pero no estaba conforme con lo que le pagaban por la expropiación. Así que no hubo arreglo.
“La obra hizo que la clientela bajara, pero los más fieles siguen viniendo. Muchos de pasada nos compran el sándwich de jamón crudo y queso, que se está haciendo famoso. Trabajamos con personas de otras localidades como San Miguel del Monte, General Belgrano, Ranchos y Lanús. Ayer por ejemplo vino gente de Temperley. No me quiero olvidar de los vecinos del barrio El Rodeo y otros que vienen desde Gómez. Para mí es una alegría porque siempre tuvimos un excelente trato con todos”, detalló Tita.
La charla se interrumpe momentáneamente con la llegada de una clienta, que le pide 100 gamos de paleta, 100 de queso de máquina y algunos elementos de limpieza. Tras ello, Tita higieniza sus manos con alcohol en gel y continúa con la historia.
“En los últimos años se sumaron nuevos clientes, los grupos de ciclistas, que llegan principalmente los fines de semana. Tenemos una relación muy linda con ellos. Cuando están por venir se comunican por Whats App con Ariel (su hijo, que desde hace dos años está al frente del bar) y les preparamos sándwiches. Principalmente son de Berazategui y Ranelagh, pero también de otras localidades. Además, también llegan grupos de motoqueros”.
Con respecto a la pandemia, Tita aseguró que se notó la merma de gente, pero que cuando entran no dejan de tomar todos los recaudos: “usan barbijo y son muy respetuosos, compran, hablamos unas pocas palabras y se van. Otros, no se pierden sus picadas y las comen afuera”.
Ella –que trabajó en comercios antes de instalarse con su padre en este lugar- tampoco desoye las disposiciones gubernamentales y cumple con el protocolo: “acá respetamos todo. Mi hijo saca las mesas afuera y a las 19.00 se cierra el bar. El almacén, a las 20.00. Hay ya cuidarse, no queda otra”.
La charla concluyó y Tita se despide con la misma amabilidad. Esboza una sonrisa detrás del barbijo y pide por favor que le hagan llegar la nota por medio de su hijo.
Un nuevo cliente estaciona e ingresa al bar. Seguramente es un fiel comprador, al que ella conoce por su nombre. ¿Es de Gómez, de El Rodeo, está de paso? ¿Viene por un sándwich de jamón crudo y queso? Quien escribe estas líneas no lo sabe. De lo que sí está seguro es que esa fidelidad fue de gran ayuda para que este lugar siguiera en pie.
