Cientos de vecinos de Bolívar destrozaron la cooperativa eléctrica de la ciudad este martes por la noche, en medio de una fuerte protesta por los continuos cortes de luz. Los manifestantes arrojaron huevos y botellas de vidrio, y el vicepresidente del Consejo de Administración presentó su renuncia indeclinable.
La manifestación comenzó cerca de las 19.30, cuando alrededor de 500 personas se presentaron en la sede central de la cooperativa luego de realizar una autoconvocatoria a través de las redes sociales. El objetivo era protestar por los constantes cortes de luz en la ciudad, sobre todo el último que se extendió durante casi 12 horas consecutivas.
Pocos minutos después, el vicepresidente del Consejo de Administración, Jorge Campos, abrió las puertas de la cooperativa para hablar con los manifestantes. Pero su decisión elevó la tensión entre los vecinos, que pasaron de las agresiones verbales a las físicas.
Lo que eran tambores, redoblantes, cánticos y carteles con reclamos pasó a ser una lluvia de botellas de vidrio y huevos contra la puerta de la administración. Allí, los manifestantes exigieron la renuncia de todos los miembros del Consejo de Administración.
Si bien algunos consejeros que estaban presentes en el lugar intentaron dialogar con los vecinos, los gritos e insultos contra las autoridades de la cooperativa eléctrica hicieron imposible todo tipo de conversación que pudiera calmar la tensa situación que se vivía en Bolívar.
Luego, los vecinos ingresaron a la sede central y provocaron destrozos dentro del edificio. El lugar quedó repleto de papeles administrativos en el suelo, se encontraron piedras que habían sido arrojadas minutos previos y también tiraron abajo algunas de las paredes de los box en los que atienden los empleados del lugar.
Una gran parte de esos manifestantes se dirigió hacia la Municipalidad local, donde continuaron los reclamos. Los vecinos pidieron por la presencia del intendente Marcos Pisano y del senador provincial Eduardo Balu Bucca, y varios agentes policiales fueron a custodiar la casa de ambos funcionarios, ante la posibilidad de que algunos personas se dirigieran a esos lugares.